Un cuento

Ana despertó y había vuelto a tener cinco años. Sus pies, envueltos en soquetes con puntilla blanca y zapatitos negros con botón, se balanceaban a una enorme distancia del piso. Sus manitos chiquitas, gorditas, sobre el regazo. Y frente a ella, una muñeca. Ana pensó que la cocina era muy grande. Bajó de la silla y fue a buscar un vaso. La alacena le quedaba demasiado alta... De pronto, por la puerta, apareció su abuela. Alta. Segura. Dulce. Le tomó la manito y le preguntó qué quería. Ana la miró y ahí se dio cuenta. Corrió al comedor. Corrió a su habitación. Corrió y corrió. Ana era chiquita de nuevo.

Y pudo volver a sentir todo eso. Supo que podía volver a hacerlo. Las manos de mamá y papá, grandes y seguras, en sus manos. La cama grande a la madrugada, durmiendo entre ellos, cuando estaba enferma. Ver por las rendijas de su ventana las luces de la autopista, gigante, lejana, durante la noche.

Y Ana supo que podía volver a abrir un paquete con verdadera ilusión. Tomar un helado y que fuera algo grandioso. Jugar a la pelota con las mejillas rojas por el calor, un domingo a la mañana, y después volver a casa a comer la comida de mamá. Y supo que alguien siempre iba a protegerla, aun en la más tenebrosa de las tormentas.

Perderse en una casa de muñecas. Dibujar con muchos colores, soñar con naves espaciales. Agarrar esos gigantescos libros de la biblioteca, llenos de letras incomprensibles, e inventar su contenido.

Sentirse segura, en la cama, de noche, con un beso en la frente. Hablar con sus muñecas. Andar en bicicleta con rueditas. Cantar las canciones del jardín.

Eso no era la vida que ahora conocía. Eso era pureza. Si pudiera volver... pensaba. Y había vuelto. Corría por la casa, la casa gigante, volaba como un pajarito fuera de la jaula.

Háganme upa pensó. Quiéranme mucho. La inocencia la atravesaba como una daga maravillosa, los fantasmas se habían borrado. Ana era feliz de nuevo, pero más que antes, como quien encuentra un preciado tesoro que había creido perdido.

Sus ángeles de la guarda la acompañaban de nuevo. Ya no tenía que pensar, ni decidir, ya no tenía que mentir ni especular. Ana corría y el vientito le despeinaba los bucles. Ana corría y sus pasitos se escuchaban con un eco nuevo, sin tacos, sin sombra.

Su forma de mujer la había abandonado. Ana tenía cuerpo de muñeca. El dolor ya no estaba, su pecho respiraba un aire nuevo, completamente dulce.

La pasta de almendras, el olor de los guisos, los dibujitos animados, los crayones, los osos de peluche. Todo se mezclaba en sus sentidos en una combinación maravillosa. Los mimos de las abuelas, la sonrisa de papá. Otra vez.

Y todo, todo, todo mientras corría. Corría para no volver a dormirse, para no volver a despertarse. Corría con el cuerpo suelto, como corren los chicos, sin ataduras, sin temores.

Y Ana fue feliz. Otra vez. Y un remolino de colores la envolvió en un segundo, llevándola definitivamente a un estado delicioso y desconocido.

Cuando Ana despertó, había vuelto a ser una mujer. El sol y el frío de agosto se colaban entre las rendijas de la ventana, peleando por un lugar en aquella habitación en penumbras. Estiró los brazos, que habían vuelto a ser largos. Se miró los pies, sin zapatitos con botones.
En ese instante, pequeñas gotas empezaron a rodar por la frazada, hacia el suelo.
La honda tristeza había vuelto, y lo inundaba todo, lo tomaba todo, sin reparos, en un diluvio que estaba empezando a rebalsar la cama.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Supongo que para hacer un comentario tendría que haber leído pero no tengo ni un poco de ganas así que solamente le voy a hacer un favor a mi amiga para ponerla contenta... ya que dice que alguien le firme el blog la pone así.
Amiguita te mando un abrazo grande grande de acá, de este paraíso que es Playa del Camen, México.

Juanjo...

hombretresx dijo...

Cuento maldito!, publicado a las 13:13.
buuuu, tengo miedo

Fernando García Pañeda dijo...

Siendo una niña tan hermosa y alegre, ¿por qué no puede seguir siendo niña? Me gustaría que alguien se lo hiciera saber.
Un saludo.

Celeste dijo...

Y... Ana chiquita, asustada y confundida, preguntaba desde adentro... - Por qué lloras? Viene el coco? Abrázame que tengo miedo.

Es una hermosura de cuento. Justo hoy recordaba, mientras renegaba de la lluvia que me empapó camino a la oficina, que de pequeña, me hubiera encantado que mi mamá me diera permiso de jugar afuera cuando llovía. Sentí nostalgia y me reconcilié con las gotas de agua fría.

Ahora me tomo un café, leía a hombretresx y él me trajo hasta acá. Mira lo que me encuentro! Sonrío de par en par.

Gracias.

Beso celeste.

AleH dijo...

Tu cuento me da la sensación de libertad que uno piensa no tener cuando es chico y de grande se da cuenta que la perdió.
De amplitudes, seguridades y millones de cosas simples importantes por ver y descubrir.
Tanto perdemos cuando crecemos?, como se hace para no perderlo?
Hermoso como vos.
Besos!!!

reina imposible dijo...

me hizo nostalgia, me llevo al olor de las crayolas y al jardin de mi abuela. los recuerdos de la niñez feliz se guardan para sacarlos en los dias tristes de adultos.
un beso posible
reina imposible

Lalita dijo...

juanito: !!!! sos un grande. sabes que te quiero aunque no te guste leer y escribas como vos solo... nos vemos en septiembre! disfrutá del paraíso!

hombretresx: hermoso número el 13

fernando: sigue siendo adentro, muy adentro... pero eso a veces duele!

celeste: me alegra mucho que te haga gustado!! está bueno eso de reconciliarse con la lluvia... hagamos una fogata de paraguas!

ale: amiguita... qué te puedo decir... vos sabés mejor que nadie cómo éramos en esos tiempos... igual creo que vos no perdiste nada. vos definitivamente ganaste!.

reina imposible: habrá que sacarlos más seguido! besitos

Jeju dijo...

Que lindo.. que tierno, cuanta nostalgia, extraño a mi abuela, extraño los dibujitos para mi mamá donde le decía "sos mi mejor amiga"... extreño las frutillitas en la rodilla por caerme jugando a las escondidas con los chicos del barrio. Qué puedo decirte? Gracias... me había olvidado un poco de todo eso!

Lalita dijo...

jeju: me alegra mucho que te haya gustado. y que haya despertado todo eso!! besotes