Este post es especial porque...

...es mi post número 200.
Este pequeño rincón cumple 200 posts.
Obvio que no fueron 200 obras maestras de la literatura, simplemente fueron pensamientos, "cosas" al pasar, estados de ánimo.
Fueron 200 cosas que salieron de mí.
Como odio los posts sobre "fin de año", "hagamos un balance", etc. solamente voy a decir que...
Gracias a este blog conocí a gente muy valiosa.
Y cuando digo "muy" digo realmente "muuuy".
Y también conocí a la persona a la que Amo.
Y creo que eso es bastante, más bien es mucho, y tiene un valor indiscutible.
Voy a hacer este post copeteada. A dos horas y media del 2009.

No tengo deseos para el 2009.
Aprendí que el tiempo se construye, no se desea.
No les deseo nada, será simplemente lo que cada uno quiera.
El futuro es solamente un peldaño, sólo debemos estar dispuestos a subirlo.

Este momento va a perder su magia en 2 segundos.
Y quiero vivirlos a destajo.

"la cabeza hace trizas el pasado
fríamente coloca sus razones invictas
divide en lotes la melancolía
negocia cautamente tus acciones en alza
desorganiza para siempre tu magia
te despoja del cándido futuro
amuebla los infiernos que te esperan
después del provisorio desamparo
te hace lúcido y hueco
cruel y lúcido
voraz y pobre lúcido

pero también
por suerte
está tu corazón

ese embustero
ese piadoso
ese mesías."

Mario Benedetti

El último grito (de dolor) de la moda


La siguiente nota fue publicada por el site KEO Eco de la Moda, basada en información del New York Times...

¿Ponerse curitas es cool?

(Definitivamente la elegancia ha muerto, y ahora mismo se revuelca en su tumba...)

Disensión

La inocencia no se pierde. Es algo que simplemente se desecha cuando se cae en la cuenta de que para el mundo ser inocente es sinónimo de ser boludo.

Mi foto newyorkina

En el trabajo me pidieron que lleve una foto mía "en movimiento".

Todavía no entendí bien para qué, creo que se trata de algo relacionado con fin de año que están armando. Tampoco entendí muy bien lo que pretenden de la foto, supongo que querrán una donde yo esté haciendo algo.
Lo cierto es que me puse a revolver carpetas en la computadora, y encontre esta imagen.
Fue sacada hace dos años, durante una noche de parranda, con un celular.
Y no sé por qué pero siento que tiene una magia especial. Hasta podría decir que de todas las fotos que tengo, es casi la que más me gusta.
Un compañero de laburo, hace mucho tiempo, la vio y me dijo "es una foto muy newyorkina".
Tampoco entendí eso porque no conozco New York jajaja pero bueno, aquí está.
Con ustedes, mi foto newyorkina... 


(Supongo que es obvio cuál de las cuatro soy yo...)

Ya nunca jamás olvidaremos lo que fuimos


Debe ser mi naturaleza taurina.
Odio los cambios. Los cambios me incomodan, me descolocan, me desnudan.
Me duele dejar atrás.
La muerte de cada cosa es un desastre inevitable.
Hace que mi corazón se vaya despidiendo un poquito más, un milímetro más.
Hace caer la arena en el reloj de una manera estrepitosa.
No entiendo, nunca voy a entender
por qué
me duele 
TANTO
crecer

Catarsis

La máquina invisible

Abrió y cerró el puño derecho tres veces. Con el brazo estirado bajo la lámpara tibia, las líneas de sus venas se dibujaban claramente.
Sintió el latido, abriéndose paso debajo de la remera. El encargado de toda esa maquinaria estaba más despierto que nunca.
Cada bombeo era un instante más. Repercutía en su cuerpo, silencioso, y llevaba vida a través de aquel brazo, ese brazo que ahora observaba bajo la luz anaranjada.
En el silencio de la noche, en el silencio más absoluto, hasta lo más obvio podía advertirse.
Ella era eso, ese complejo de circuitos que se autoalimentaban. Ella también era eso aunque a veces lo olvidara.
¿Cuándo perdemos la noción de lo que somos?
¿Cuándo dejamos de advertirnos y sorprendernos?
¿Cuándo se vuelve obvio lo más elemental, lo que nos sostiene?
El aire estaba simplemente ahí para abastecerla, ingresando por sus fosas nasales a un ritmo muy lento y sutil.
Entreabrió la boca y lo dejó salir.
Levantó la vista hacia el techo, blanco, gris y negro.
Luego bajó la mirada para ir hacia el sur de su existencia. Los pies la esperaban allá, en el límite más extremo del espacio que ocupaba.
¿Cuándo empezamos a dar por sentado lo que somos?
¿Cuándo olvidamos la extrema verdad de cada centímetro que ocupamos?
El latido se volvió cada vez más imperceptible.
Poco a poco, aflojó las manos y las dejó ir, al azar, a los costados de su cuerpo.
Los ojos se entrecerraron y la habitación se volvió borrosa.
Y así Ella se entregó a las delicias del sueño, mientras su cuerpo, ese montón de engranajes, adoptó el modo de piloto automático.