En la corrida diaria ya no me detengo a pensar. Se volvió un ejercicio obsoleto, así como la lectura y la pausa. Ahora sigo por inercia, bajando la cuesta sobre ruedas y sin freno. Mis palabras se quedaron huérfanas de madre, y mis recuerdos reclaman atención pateando paredes y puertas.
Cada vez la lista de pendientes es más larga. Y allá abajo de todo quedó lo mío, lo más mío.
Siempre soñé con esto, pero no lo imaginé de esta forma.
¿Esto realmente quería? ¿esto era lo que deseaba?
La vida es esférica como el mundo. Detrás del horizonte siempre hay más deseo, y ahora veo que -por gracia divina- nunca se llega a la meta.
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Hace 5 horas