Agotada, aturdida y más prolífica que nunca

Son esos días en que la realidad, el deseo y la actividad me pasan por encima pisoteándome la nuca.
Deseo de hacer, hacer, hacer. Días de 25 horas que se vuelven cortos.
Por momentos quisiera saltar de una ventana o dormir durante 25 años pero...
...cuando me siento a escribir y mis dedos no alcanzan a mis ideas, qué lindo se siente.
Esto me recuerda que debería comprar un teclado nuevo. Y que debería dedicar más tiempo a lo que me dictan las pocas neuronas que me quedan.
Y me recuerda la pila de libros que quisiera leer, y mi pasión por investigar, y tantas cosas que a veces se dejan atrás simplemente por idiotez.
Hoy que mis dedos corren al ritmo de lo que pienso, y que mi pensamiento corre al ritmo de lo que deseo, y que los deseos van tomando colores reales, y que los vuelos y los imposibles pueden saltar a un papel...
Casi puedo sentir que estoy volviendo. En mí. Acá. En el lugar desde el cual nunca debería haberme ido.
En el lugar donde más cómoda me siento, y más asustada me siento.
En el lugar donde mis ideas piden pista, y mi alma queda al descubierto.

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